sábado, 15 de enero de 2011

Abril 8 y 9 en Medellín: Fractal 11

Ya lo tengo agendado. Por tercera vez, en el Orquideorama del jardín botánico de Medellín, nos reuniremos para hablar de ficción, arte, ciencia y tecnología.

La Corporación Fractal nos trae cuatro invitados internacionales y esta vez las mujeres ganan por mayoría:

Johanna Blakley, investigadora de arte, entretenimiento y medios. La primera vez que supe de ella fue a través de las conferencias de TED.com en la web.

Ella habló en abril de 2010 en TEDxUSC sobre cómo el estricto mundo de copyrights de películas, música y libros puede aprender de la industria de la moda, donde toda nueva creación es una inspiración o un homenaje a la creación de otro artista. Conviven la creatividad, la innovación y los negocios en una cultura compartida.

Amber Case, cyborg antropóloga. Investigadora de cómo está afectando nuestra evolución la interacción entre nosotros y nuestras máquinas: teléfonos celulares, computadores personales, ipods, todo un arsenal de herramientas que ya nuestros cerebros han incorporado como una extensión de nuestros propios organismos.

Cada día dependemos más y más de estas extensiones para comunicarnos, recordar e incluso vivir vidas secundarias. ¿Nos ha conquistado la tecnología y nos ha hecho sus esclavos? Amber nos propone otra interpretación más optimista: Sólo se trata de humanos comunicándose entre sí, sólo que de nuevas maneras que trascienden la geografía. Paradójicamente, la cibernética nos está haciendo más humanos.

Kij Johnson, escritora de ciencia ficción y fantasía, ganadora del premio Nébula en 2010 por su cuento "Spar" y del premio World Fantasy em 2009 por su cuento "26 Monkeys, Also the Abyss" y del premio Theodore Sturgeon Memorial en 1994 por su novela corta "Fox Magic". Es una escritora atrevida que no le teme a explorar los laberintos del alma humana para traernos nuevas maneras de ver los temas más cotidianos.

La conocí a través de John Kessel, uno de los escritores invitados a Fractal 2009. En ese mismo año John y Kij fueron asesores internacionales del primer taller de escritura líquida, en el que tuve la oportunidad de participar. Kij iba a venir para Fractal 2010 pero una fractura de tobillo mientras escalaba la obligó a cambiar sus planes. Confiamos que ahora sí, en 2011 tendremos la oportunidad de desquitarnos.

La cuota masculina nos la brinda James Alliban, especialista en realidad aumentada, es uno de los investigadores que está construyendo nuestro futuro inmediato, donde convivirán las imágenes virtuales del ciberespacio con eso que todavía llamamos "La Realidad". Él fue quien creó el juego interactivo que sirvió para la promoción de Fractal 2010.

James también nos iba a acompañar en 2010 pero en lugar de un tobillo roto lo que se interpuso en su camino fue la erupción de un volcán de nombre impronunciable en Islandia que paralizó el tráfico aéreo de Europa, precisamente en la semana que James iba a viajar de Inglaterra a Colombia.

Cruzamos los dedos para que este año todas las cosas sí salgan como las tienen planeadas Hernán y Vivi.

jueves, 6 de enero de 2011

Wikileaks y un Tipo muy Particular de Máquina del Tiempo

En un artículo reciente de io9 se afirmaba que una novela de 1975 había predicho la controversia actual con Wikileaks.
“Shockwave Rider” de John Brunner cuenta la historia de Nickie Halinger, una especie de niño genio informático que ha escapado de una institución del gobierno, donde ha sido entrenado en las ciencias de la computación. Al parecer Nickie se alía con un grupo de jóvenes hackers idealistas para poner a la luz pública todos los secretos del gobierno norteamericano y atrae sobre sí todo tipo de ataques y acusaciones de antipatriotismo.
A decir verdad, podría afirmarse que la gran mayoría de las obras del género ciberpunk predijeron a Wikileaks, pobladas con pandillas de antihéroes anárquicos enfrentados a súper poderosos gobiernos y maquiavélicas megacorporaciones.
Sin embargo, “Shockwave Rider” parece ser una obra pionera del género. Recordemos que “Neuromancer” de William Gibson fue publicada en 1984 y “True Names” de Vernor Vinge en 1981, mientras que “Shockwave Rider” lo fue en 1975, un año antes de la primera computadora Apple y del primer disco floppy.

En mi opinión no hay que ser tan específicos para entender que la ciencia ficción desde hace un buen tiempo nos viene hablando de este fenómeno que llamamos Wikileaks, pero en su concepción más amplia, en su meta última de lograr la total transparencia: que toda la información sin excepciones se encuentre al alcance de todo el que quiera conocerla.
Me refiero a las historias de ciencia ficción que hablan de la máquina del tiempo, pero a un tipo muy particular de máquina del tiempo.
El cronoscopio es un artefacto ficticio que permite observar directamente los acontecimientos en cualquier lugar y en cualquier momento de la historia. En la Wikipedia lo denominan “Time-viewer”, para no confundirlo con un artefacto real del mismo nombre inventado por Charles Wheatstone en 1840 que permitía medir intervalos de tiempo pequeñísimos en comparación con un reloj tradicional.
Este artefacto imaginario permite a los autores preguntarse ¿qué pasaría si alguna persona (o todas las personas) puede presenciar de primera mano cualquier acontecimiento del pasado? ¿Cuáles serían las consecuencias de esto para la sociedad?
No voy a referirme acá a historias en las cuales, además de ver el pasado es posible ver el futuro, como en una bola de cristal, pues esto plantea preguntas filosóficas de mayor calibre como ¿existe el libre albedrío? Tampoco voy a hablar de historias en las que además de ver el pasado es posible viajar hasta allá, pues entonces surgen preguntas como ¿es posible cambiar el pasado? ¿Qué pasa si mato a mi propio abuelo? Cuestiones que eclipsarían nuestra pregunta original.

La novela “Light of Other Days”, 2000, fue una colaboración de Arthur C. Clarke y Stephen Baxter. Mediante la manipulación cuántica es posible estabilizar agujeros de gusano conectando cualquier par de puntos y a través de ellos observar lo que está ocurriendo en otra parte del mundo. Es posible observar a cualquiera en sus momentos privados, escondidos, incluso los más íntimos. La nueva tecnología desaparece para siempre la privacidad.
Luego la misma tecnología resulta ser capaz de mostrarnos momentos atrás en el tiempo. Nada puede preparar a la sociedad para lo que se desencadena, el descubrimiento en masa de la verdad en los miles de años de historia.
 Los gobiernos se derrumban, las religiones caen, los cimientos de la sociedad humana se sacuden. Recuerdo que el espacio tiempo se torna poroso por la infinidad de agujeros de gusano que se enfocan para observar la escena de la muerte de Cristo.
La visión de Clarke y Baxter es optimista. Las reglas de juego de toda interacción humana cambian fundamentalmente, pues todos y cada uno se saben observables en cualquier momento y lugar, incluso los más poderosos.
Recuerdo también el surgimiento de una nueva forma de humanidad, cuando deciden conectar los cerebros directamente mediante esta tecnología y se transforman en una mente colectiva, capaz de enfrentar los problemas más complejos, incluso capaz de evitar la extinción de toda forma de vida en la tierra por causa de una catástrofe astronómica.

En el cuento “Nieve”, 1985, de John Crowley, el cronoscopio es un artefacto absolutamente personal. Un dispositivo de vigilancia del tamaño y apariencia de una avispa, que acompaña continuamente a una persona y graba fielmente todas las escenas de su vida. A su muerte todos estos recuerdos estarían almacenados y a disposición de sus deudos para ser accedidos en un panteón destinado a tal efecto en el cementerio.
Aunque es más una reflexión sobre la memoria humana, incluyo “Nieve” en esta lista por un artículo publicado hace poco acerca de la privacidad en la internet. John D. Sutter, de CNN se pregunta si la internet se está convirtiendo en un repositorio global del flujo de nuestra conciencia y si existe hoy algo que pueda seguir siendo absolutamente privado. Nos presenta un panorama en el cual cada vez más y más personas están registrando continuamente sus acciones, hábitos y preferencias en las redes sociales, incluso su ubicación física momento a momento.
Más de 500 millones de personas usan Facebook con un promedio de 90 nuevos “contenidos” al mes. En Twitter nos enteramos hasta del menor suspiro y existe Foursquare que registra continuamente la localización de sus participantes mediante GPS. También está Blippy, que publica cada una de las compras realizadas con las tarjetas de crédito. A este ritmo, no vamos a necesitar un Wikileaks si la gente sigue publicando su vida voluntariamente en la red.
Acá en Colombia creo que estamos muy lejos de entregarnos de esta manera a la vista pública, sería como colgarnos un letrero diciendo “Ladrones roben aquí” o “Secuéstrenme a mí”. Aunque pensándolo un poco, recuerdo los cientos de familias que decoran sus automóviles con pegatinas de papá, mamá, cada uno de los niños y hasta el perro y el gato, y más de un aviso con “Valentina a bordo”. No estamos tan lejos de ese primer mundo tan ingenuo.
Según Sutter, los avances tecnológicos han cambiado fundamentalmente nuestras interacciones sociales, hasta el punto en que algunos analistas advierten que la gente ha perdido el control de sus propias identidades en la red. A principios de 2010, un sitio llamado “PleaseRobMe.com” recolectaba las publicaciones en Twitter y Foursquare que indicaban que las personas estaban fuera de casa. Esta información, en teoría, podría ayudar a los ladrones a identificar el mejor momento para entrar a su casa o apartamento a robar.
Esto es más relevante sobre todo para las nuevas generaciones, para quienes su vida social prácticamente transcurre en línea. No tener Facebook o Twitter hoy es como no tener teléfono o no ir a las fiestas, es aislarse de su red social. No es una opción para la mayoría de los jóvenes.
Muchos afirman por todo esto que la vida privada es un concepto en vía de extinción y que debemos prepararnos para un mundo en el que cada una de nuestras actividades queda registrada para siempre en la red. ¿Deberíamos actuar como si en todo momento estuviéramos siendo observados?

De Damon Knight es el cuento “I See You”, 1976. Se trata realmente de dos narraciones alternadas; la historia de inventor del visor universal, al que llama Ozo, escrita en tercera persona; la otra escrita en segunda persona, tiempo presente, la vida de una mujer desde cuando es una niña en un mundo futuro muy diferente al nuestro. Un mundo en el que no existe la intimidad y les asombra la ingenuidad de sus ancestros respecto a la desnudez y las funciones corporales. ¿Por qué decían los niños “pipí” y “popó” y se reían? ¿Por qué había tabús sobre ciertas funciones corporales? ¿Por qué era peor defecar que estornudar?
Es un mundo en paz, sin crímenes. No hay lugares secretos, en el futuro alguien está observando y a éste alguien lo está observando, y así sucesivamente, de manera indefinida.

La novela de Clarke y Baxter fue dedicada al escritor Bob Shaw. Él es el autor de la novela “Otros días, otros ojos” de 1972, en la cual la tecnología es una especie de cristal lento, un material a través del cual la luz tarda un minuto, un día, un año, diez años en pasar de un lado al otro. Cristales de estos con un retardo de doce horas remplazan la iluminación eléctrica de exteriores. Es un mundo donde el espionaje puede realizarse mediante diminutas partículas de cristal y las salas en las que van a tener lugar reuniones secretas deben ser recubiertas por una gruesa capa de pintura apenas minutos antes de la reunión. Un juez se suicida ante la evidencia, sepultada diez años dentro de un cristal lento, que puede demostrar que ha condenado a muerte a un inocente.
Este no es un mundo tan utópico como los de las otras dos obras. Hay personas que deciden no volver a ver el mundo más que a través de lentes de contacto de cristal lento que sólo han sido expuestos a escenas agradables. Como hoy algunos se evaden a los mundos virtuales de los videojuegos.
La tecnología del cristal lento, por cierto, no está muy lejos de la realidad. Investigadores de UC Santa Cruz trabajando para la agencia estadounidense DARPA han desarrollado un dispositivo óptico capaz de modificar la velocidad de la luz en su interior. Un rayo láser variable crea efectos de interferencia cuántica que modifican el índice de refracción en su interior.

Y nos vamos hasta 1956 con el cuento “El Pasado Muerto” de Isaac Asimov, tal vez la obra más conocida sobre este tema. En un futuro en el que toda investigación es controlada y planeada en forma centralizada por el gobierno, la cronoscopia no es una excepción. Por el contrario, el uso de la tecnología es estrictamente racionado y toda investigación, incluso el estudio de la materia se encuentra vedado. Un historiador frustrado por las continuas negativas alienta a un físico a investigar el tema, en la clandestinidad. Lo que el gobierno teme es que la proliferación indiscriminada de cronoscopio pueda llevar a destruir la noción misma de privacidad.
“Al principio, la gente se limitaría a contemplar su juventud, la de sus padres, y así sucesivamente, pero no pasaría mucho tiempo sin que captase todas sus posibilidades. El ama de casa olvidaría a su pobre madre fallecida y se pondría a observar a su marido en la oficina. El comerciante y el negociante vigilarían a sus competidores, y el patrón a sus empleados. No existiría ya nada privado. Las tertulias y el espionaje tras las cortinas no serían nada en comparación con esto. En todo momento habría alguien contemplando y vigilando a las estrellas del espectáculo. No habría manera de escapar al acecho.”
“El Pasado Muerto”, 1956, Isaac Asimov. Traducción de Francisco Blanco.

A propósito, este esquema de investigación centralizada del que nos habla Asimov parece haber llevado a un retraso de 60 años, al menos en el campo de la telemática (Una historia que conocemos gracias a Tim Wu, autor del libro “The Master Switch, The Rise and Fall of Information Empires”).
A principios de 1934, Clarence Hickman, un ingeniero de Bell Labs, tenía una máquina secreta en su oficina, de unos 1.80 metros de alto. Si alguien llamaba y nadie respondía al teléfono al que estaba conectada, la máquina daría una señal y comenzaría a grabar, permitiendo dejar un mensaje. El invento de Hickman era la grabación en cinta magnética. Los laboratorios Bell eran el área de investigación y desarrollo de AT&T, entonces un monopolio de las telecomunicaciones autorizado por el gobierno americano. A ellos se les debe la demostración de la naturaleza dual onda - partícula de la materia, la invención del transistor, Unix, el lenguaje de programación C, entre muchas otras cosas.
Sin embargo, cualquier invención que pudiera llegar a poner en riesgo los intereses de AT&T corría la misma suerte que el arca de la alianza al final de la película “Cazadores del Arca Perdida”. La invención de Hickman sólo fue descubierta en los años 90s debido a que a él se le prohibió continuar cualquier investigación en almacenamiento magnético y todo fue archivado y suprimido, sólo llegandose a conocer cuando el historiador Mark Clark revisó las notas de Hickman. Eventualmente la cinta magnética llegaría a los Estados Unidos como una importación desde Alemania.
¿La razón? AT&T creía firmemente que la contestadora automática y sus cintas magnéticas llevarían al público a abandonar el uso del teléfono. El solo conocimiento de que era posible grabar una conversación llevaría a una importante restricción del uso del teléfono, con consecuencias catastróficas para el negocio. Según la teoría, los hombres de negocios podrían temer el uso potencial de una conversación grabada para deshacer un contrato escrito. También inhibirían el uso del teléfono para discutir asuntos íntimos o de materia éticamente dudosa.
En otras palabras, la grabación magnética cambiaría estructuralmente la naturaleza de las conversaciones telefónicas de manera que el teléfono resultaría mucho menos satisfactorio o útil en la gran mayoría de sus usos.
Este es precisamente el tipo de impacto social que prevén estas historias de ciencia ficción a raiz de la invención del cronoscopio. Bastante curioso.
El almacenamiento magnético no fue el único caso. La fibra óptica, los teléfonos móbiles, las líneas digitales de subscripción (DSL), las máquinas de fax, entre muchas otras, también cayeron bajo la censura de los laboratorios Bell y AT&T.

El año 1949 trajo una historia que no he tenido oportunidad de leer: “Private Eye” de Henry Kuttner y C. L. Moore. Trata sobre una sociedad donde el cronoscopio hace casi imposible cometer un homicidio sin recibir castigo. Suena un poco en la línea de “Minority Report”, de Philip K. Dick.
También de 1949 es el cuento “El Aleph”, de Jorge Luis Borges. El Aleph es un punto que contiene todos los puntos del universo y quien lo observa puede ver al mismo tiempo y sin distorsión todo lo que existe en la naturaleza. Yo diría que es un pariente lejano del cronoscopio, que sólo sirve para ver el presente. Eso sí, el presente lo muestra de un solo golpe y con lujo de detalles.

De 1947 es “E de Esfuerzo”, una novela corta de T. L. Sherred. En alguna parte leí que es considerada una de las 10 mejores historias de ciencia ficción de todos los tiempos. Acá el cronoscopio es usado por su inventor para realizar películas documentales. Como el aparato funciona incluso hasta el pasado remoto, lo usa para hacer películas de grandes acontecimientos históricos, mostrando con detalle los diálogos de los líderes y cómo se inició cada una de las guerras. La narración de Sherred nos hace sentir lo que sería saber que finalmente tendremos la oportunidad de descubrir la verdad detrás de todas las mentiras que nos han contado y que tal vez finalmente se hará justicia.
Cae el gobierno opresor pero es luego remplazado por otro aún peor que toma el control de la tecnología y destruye todas las copias de las películas. Un régimen todo poderoso que lleva a la humanidad a una guerra nuclear.

La visión de Sherred es la más pesimista de todas las historias que he reseñado. En lugar de un mundo nuevo sin barreras nos encontramos con más de lo mismo. Otro opresor con distinto nombre pero con una nueva arma a su haber.

¿No es esto lo que ha sucedido con Wikileaks en los regímenes dictatoriales? Por ahí leí que en Cuba están traduciendo algunos de los cables que comprometer a los Estados Unidos para divulgarlos al pueblo; otro tanto estará pasando en Venezuela y demás países con gobiernos anti-imperialistas. ¿No hicieron lo mismo los estadounidenses con la información que se filtró de sus enemigos?

Más de lo mismo.