domingo, 26 de septiembre de 2010

Nuestra Señora de los Donores (5)

Esta es la quinta entrega de este cuento. La primera entrega está aquí, la segunda acá, la tercera acá y la cuarta por allá.

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Cuando volví a ver a Lucía habían pasado varios meses. Yo estaba con una de mis hermanas y con Benjamín. Veníamos de que le pusieran unos puntos en la frente porque se había caído de la cama.

Lucía estaba sola.

Ya no era la Lucía que yo conocía. Estaba más callada, más distante, pero no sólo en eso había cambiado.

Me miró de frente. Al menos eso parecía. En el lugar donde debían estar sus ojos había un servomecanismo negro con lucecitas rojas intermitentes. Me saludó con una sonrisa vacía.

Yo intenté sonreír, pero creo que no me salió más que una mueca falsa.

Hablamos si mucho cuatro palabras, me comentó que podía ver relativamente bien, aunque en blanco y negro y muy pixelado, pero que ahora podía ver mejor de noche, cuando no había luz.

Al despedirse me dio un beso en la mejilla. Yo no pude disimular un estremecimiento.

Nunca más la volví a buscar.

-∞-

Las langostas están vivas cuando las echan a hervir. Tú lo has visto en la televisión. Les ponen unas bandas de goma en las tenazas, para que no se despedacen mientras esperan para ser escaldadas. Recomiendan meterlas a la nevera un rato antes de cocinarlas, para que estén adormecidas y no pongan resistencia al echarlas a la olla. Da igual, el caso es que van para la olla. En las películas muestran restaurantes elegantes, en los que los meseros sólo hablan francés. Allí mantienen a las langostas en grandes peceras, a la vista de los clientes, de manera que ellos puedan elegir la que se van a comer. Tú no sabes si las langostas entienden lo que les va a pasar y por eso prefieren matarse entre ellas.

-∞-

Mamá ya no pudo tener más hijos. Así que pasó de ser mamá a ser un donor común y corriente, como cualquiera de nosotros.

Al principio no resultó tan grave. Iba con nosotros cada tres meses a las instalaciones de la Cruz Roja, una filial de la Compañía, a que le sacaran sangre, medio litro cada vez. También cada año a la extracción de médula. A eso le tenía pereza. Duele muchísimo hasta una o dos semanas después de la intervención, pero ella nunca se quejaba.

Los primeros tres años no le tocó ningún órgano. No salió en la lotería. Después le tocó un riñón y al año siguiente el bazo y unas venas de la pierna. Después fue el sistema reproductivo. El útero obviamente no servía, estaba muy desgastado, lo mismo que los ovarios, pero las trompas de Falopio sí, y también los órganos externos. Se venden muy bien cuando el donor ha sido mamá. Dicen que son de buena suerte.

Entonces llegó la solicitud por corazón y pulmones.

Esta solicitud no entraba en el sorteo, ésta venía con nombre propio. Todos sabíamos lo que eso significaba. Así es como la Compañía nos informa que se ha cumplido la vida útil de uno de sus donores.

Todos la acompañamos a la clínica ese día. Incluso estaba Benjamín, que ya tenía seis años. Benjamín tenía el brazo derecho enyesado. Ya era la tercera fractura. Los mellizos jugaban muy brusco con él y ninguno de nosotros se molestaba en ponerles un límite.

“Hijo, yo me voy tranquila,” me dijo cuando me tocó el turno de despedirla. “Ya viví todo lo que tenía que vivir.”

“Mamá, usted nos va a hacer mucha falta.” Le dije.

“No hablemos de eso.” Me dijo. “Ahora tengo que decirle otra cosa.”

“¿Qué cosa, mamá?”

“Vea, yo sé que ustedes no quieren a Benjamín…”

“No mamá, ¿cómo se le ocurre?” La interrumpí.

“¡Shh!” Me tapó la boca con el dedo índice. “Una mamá sabe esas cosas. Yo en cierta forma los entiendo… pero comprenda que Benjamín no tiene la culpa de nada. Se lo he dicho a todos y se lo voy a decir a usted también. A alguno le tenía que tocar, yo ya estaba muy mayor.” Se quedó callada un momento, mirando para el techo, como acordándose de algo. “La verdad es que yo le estoy muy agradecida al niño. Entiéndame, hijo. Ustedes no saben lo que es estar embarazada treinta años seguidos… Yo ya estaba cansada.” Me apretó la mano con fuerza. “Pero lo peor de todo no era eso... Lo peor era verlos a cada uno de ustedes pasar a manos de esos carniceros, ver que se me los estaban llevando, de a poquitos. Y una sin poder hacer nada… ¡Eso no es vida!”

-∞-

(continuará)

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